El imparable avance de la universidad privada en España

Durante los últimos 25 años, el panorama universitario español ha experimentado una metamorfosis silenciosa pero quizá demasiado profunda. Mientras la última universidad pública, la Politécnica de Cartagena, abría sus puertas en 1998, el tejido de la educación superior privada ha florecido sin apenas freno: 27 nuevas universidades privadas han surgido desde entonces, más de una por año de media, aproximándose en número a las públicas. Este fenómeno no es casual ni inocente. Responde a una confluencia de factores económicos, demográficos y políticos que están reconfigurando el derecho a la educación superior en nuestro país.

La gran redistribución: cómo los estudiantes cambian de bando

Los números son claros y revelan una tendencia que debería preocuparnos. En el año 2000, apenas el 7,4% de los estudiantes universitarios españoles cursaban sus estudios en instituciones privadas. Hoy, en 2023, ese porcentaje se ha triplicado hasta alcanzar el 23,3%. Estamos hablando de 328.000 estudiantes en centros privados frente a 1.080.000 en públicos, una proporción que hace apenas dos décadas hubiera resultado impensable.

Gráfico que muestra la evolución del número de estudiantes en universidades públicas y privadas en España entre 2000 y 2023 Gráfico que muestra la evolución del número de estudiantes en universidades públicas y privadas en España entre 2000 y 2023

Año Estudiantes públicas Estudiantes privadas % Públicas % Privadas
2000 1.438.000 115.000 92,6% 7,4%
2005 1.350.000 150.000 90,0% 10,0%
2010 1.280.000 185.000 87,4% 12,6%
2015 1.143.000 178.000 86,5% 13,5%
2020 1.238.000 245.000 83,5% 16,5%
2023 1.080.000 328.000 76,7% 23,3%

Lo más inquietante no es solo el aumento de la matrícula privada, sino el descenso absoluto en las universidades públicas. Desde el curso 2000-2001, las universidades públicas han perdido casi 200.000 alumnos, una caída del 14% que contrasta dramáticamente con el crecimiento del 184% en las privadas. Esta evolución no puede explicarse únicamente por la demografía, aunque la población entre 18 y 24 años se haya reducido un 23,7% en este período. Hay factores estructurales -y posiblemente políticos- más profundos en juego.

Gráfico que muestra la distribución porcentual de estudiantes entre universidades públicas y privadas en España desde 2000 hasta 2023 Gráfico que muestra la distribución porcentual de estudiantes entre universidades públicas y privadas en España desde 2000 hasta 2023

El boom de los másteres: la joya de la corona privada

Si el crecimiento en grados resulta notable, el avance de la universidad privada en los másteres oficiales es sencillamente espectacular. Desde la introducción del Plan Bolonia en 2006-2007, este nivel educativo se ha convertido en el auténtico filón de oro para las instituciones privadas. En el curso 2022-2023, por primera vez en la historia, los estudiantes de máster en universidades privadas (145.306) superaron a los de las públicas (143.649), alcanzando el 50,3% del total.

Año académico Másteres públicas Másteres privadas % Privadas
2006-2007 - - 0%
2015-2016 85.000 35.000 29,2%
2020-2021 139.000 136.000 49,5%
2022-2023 143.649 145.306 50,3%

¿Qué explica este vuelco? Los propios estudiantes ofrecen pistas que nos ayudan a entender la situación: las universidades privadas son más ágiles ofertando titulaciones que responden a la demanda laboral, mantienen mejores bolsas de trabajo y, sorprendentemente, la diferencia de precio con los másteres públicos se ha reducido considerablemente. Además, las privadas han apostado decididamente por la modalidad online, donde concentran el 90% de los alumnos y han triplicado la matrícula desde 2015. En resumen, las instituciones privadas parecen ser más ágiles y estar mejor conectadas con la realidad del mercado laboral. Lo público se ha dormido en los laureles.

El mapa cambiante: 92 universidades y contando

La evolución del número de instituciones refleja perfectamente esta dinámica. España pasó de tener 66 universidades en el año 2000 (50 públicas y 16 privadas) a 92 en 2025 (50 públicas y 42 privadas). El estancamiento de la oferta pública desde 1998 contrasta con la proliferación de campus privados, especialmente en comunidades como Madrid y Cataluña, que concentran más del 54% de las universidades privadas.

Gráfico que muestra cómo el número de universidades privadas ha crecido de 16 a 42 entre 2000 y 2025, mientras las públicas se mantienen en 50 Gráfico que muestra cómo el número de universidades privadas ha crecido de 16 a 42 entre 2000 y 2025, mientras las públicas se mantienen en 50

Esta distribución geográfica no es casual. Las cuatro comunidades de mayor renta per cápita —Madrid, País Vasco, Navarra y Cataluña— acogen al 70% del estudiantado de las universidades privadas, cuando su población representa solo el 36% de la española. La universidad privada ha seguido un patrón claro: atender las necesidades de formación de la población con mayores niveles de renta y posibilidades de trabajo, mientras la pública mantenía su estrategia territorial de cobertura nacional.

La asfixia financiera de lo público

Detrás del avance privado se esconde una realidad incómoda: la infrafinanciación crónica de las universidades públicas. Los datos son demoledores. Entre 2010 y 2014, los presupuestos de las universidades públicas españolas cayeron más de 1.523 millones de euros, una reducción del 15,1% en términos nominales que, ajustada por inflación, alcanzó el 23,8%. Aunque en 2022 los presupuestos se recuperaron hasta los 11.358 millones de euros, en términos reales siguen estando aproximadamente un 14% por debajo de los niveles de 2009.

Gráfico que muestra la evolución de los presupuestos de universidades públicas españolas, evidenciando la caída durante la crisis (2010-2014) y la recuperación posterior Gráfico que muestra la evolución de los presupuestos de universidades públicas españolas, evidenciando la caída durante la crisis (2010-2014) y la recuperación posterior

Año Presupuesto (millones €) Variación real (%)
2009 10.200 0%
2010 10.119 -1,0%
2012 9.214 -9,5%
2014 8.595 -15,1%
2020 10.050 -1,6%
2022 11.358 12,0%

El gasto total por estudiante en las instituciones de educación superior españolas alcanzó en 2021 los 15.654 euros, un 23,6% inferior a la media de la OCDE. Esta brecha no solo afecta a la calidad de la docencia, sino que limita dramáticamente la capacidad investigadora y de innovación del sistema público. Las transferencias de las comunidades autónomas, que representan el 65,7% de los ingresos de las universidades públicas, muestran enormes disparidades: mientras La Rioja destina 9.689€ por alumno, Madrid se queda en 5.362€.

El precio de estudiar: la geografía de la desigualdad

Uno de los aspectos más injustos del sistema es la enorme variabilidad del coste de las matrículas universitarias públicas según la comunidad autónoma. Estudiar en Madrid puede costar el doble que en Galicia. En el curso 2023-2024, el precio medio del crédito en Madrid alcanzó los 23,37 euros, mientras en Canarias se situó en 10,80 euros. Para una matrícula completa de 60 créditos, esto supone una diferencia de más de 700 euros anuales.

Comunidad Autónoma Precio medio crédito (€) Coste matrícula anual 60 créditos (€)
Madrid 23,37 1.402
Cataluña 23,05 1.383
Navarra 18,46 1.108
Aragón 17,50 1.050
Media España 15,49 929
Murcia 15,20 912
Castilla y León 15,06 904
Andalucía 12,62 757
Galicia 11,50 690
Canarias 10,80 648

Paradójicamente, y como pequeño consuelo, el precio medio del crédito universitario en primera matrícula ha descendido desde los 20,69 euros del curso 2014-2015 hasta los 15,49 euros actuales, una reducción del 25%. No obstante, esta rebaja palidece cuando se compara con el coste de la universidad privada, donde una matrícula anual oscila entre los 5.000 y los 30.000 euros, con una media cercana a los 11.000 euros. Estudiar en una privada cuesta, de media, 23 veces más que en una pública.

Dos modelos, dos misiones

Las diferencias entre universidades públicas y privadas van mucho más allá del precio. Son dos ecosistemas con vocaciones y resultados marcadamente distintos. Las universidades públicas dominan el panorama investigador: generan el 95,5% de los artículos científicos españoles, cuentan con 8.006 grupos de investigación frente a los 341 de las privadas, y lideran los rankings de transferencia tecnológica. Ocho universidades públicas concentran el 26% del total de resultados en docencia, investigación e inserción laboral del sistema universitario español. Y aquí podemos ver una cierta relación con los currículum de los políticos según su ideología.

Característica Universidades públicas Universidades privadas
Número de universidades (2025) 50 42
Estudiantes matriculados (2023) 1.080.000 328.000
Porcentaje del total 76,7% 23,3%
Precio matrícula anual medio (2024) 930€ 11.000€
Tamaño medio (estudiantes) 26.000 10.000
Producción investigadora Alta (95,5% artículos) Baja (4,5% artículos)
Inserción laboral Media Alta
Financiación principal Transferencias CC.AA. (65,7%), tasas (16%) Matrículas (91%), donaciones

Por el contrario, las universidades privadas destacan en docencia e inserción laboral. Siete de las once universidades con mayor productividad docente son privadas, y lideran los rankings de empleabilidad de sus titulados. La Universidad Internacional de Cataluña, por ejemplo, encabeza el ranking de rendimiento en inserción laboral, en un grupo de 25 universidades con resultados similares, donde 17 son privadas.

Esta especialización no es fruto del azar. Responde a modelos de negocio y misiones institucionales diferentes. Las públicas, con su mayor tamaño y diversificación, asumen la responsabilidad de la investigación básica y aplicada, la formación en todas las áreas del conocimiento y la cobertura territorial. Las privadas, más pequeñas y focalizadas, priorizan la empleabilidad inmediata, establecen fuertes vínculos con la industria y apuestan por titulaciones con alta demanda laboral.

La financierización de la educación: fondos buitre en las aulas

Uno de los fenómenos más inquietantes de los últimos años es la irrupción de los fondos de inversión internacionales en el sector universitario privado español. Lo que comenzó siendo un mercado dominado por fundaciones religiosas —Jesuitas, Opus Dei, Asociación Católica de Propagandistas— se ha convertido en un negocio altamente rentable que genera 3.700 millones de euros anuales y atrae el interés de gigantes financieros globales.

Las operaciones han sido millonarias. En 2019, el fondo británico CVC Capital Partners adquirió el 70% de la Universidad Alfonso X El Sabio por 1.100 millones de euros, y ahora evalúa su venta por otros 900 millones adicionales. Permira compró la Universidad Europea de Madrid y en 2024 vendió el 60% al fondo sueco EQT por 2.200 millones de euros. Sofina y Portobello Capital adquirieron el 24% de Proeduca (Universidad Internacional de La Rioja) valorando la compañía en 1.400 millones.

Estas operaciones revelan la extraordinaria rentabilidad del sector. Un estudio de 23 universidades privadas arrojó una rentabilidad media del 9,4%, una cifra que explica el apetito de los fondos. Pero también plantea interrogantes sobre el modelo educativo. ¿Puede garantizarse una educación de calidad, accesible y plural cuando el objetivo último es maximizar los beneficios para los inversores? ¿Qué sucede cuando la educación se convierte en una mercancía más? Ya os lo digo yo: si prima la ganancia, se pierde la calidad.

Las consecuencias de la bifurcación

Esta evolución dual del sistema universitario español está generando consecuencias profundas que afectan a la cohesión social y la igualdad de oportunidades. La expansión de las universidades privadas, lejos de ampliar el acceso a la educación superior, está reforzando la brecha entre quienes pueden costearla y quienes dependen de un sistema público saturado y con recursos limitados.

Ya han sido varios rectores de universidades públicas los que denuncian que la infrafinanciación estructural ha supuesto un recorte del 34,9% desde 2009 en algunas regiones, dejando instituciones en números rojos o al borde de ellos. La falta de inversión se traduce en precarización del profesorado, reducción de asignaturas, saturación de aulas y limitaciones en la investigación. Mientras tanto, las privadas crecen sin apenas regulación, ofreciendo más de lo mismo —grados en ADE, Derecho, Psicología— sin diferenciarse realmente ni cubrir nichos desatendidos. Pero ¿de quién es la culpa de esta situación?

La concentración geográfica de las privadas en las regiones más ricas está acentuando las desigualdades territoriales. Madrid, que destina un 21% menos por estudiante que la media nacional a pesar de ser la región con mayor renta per cápita, es también la comunidad con más universidades privadas. Este modelo perpetúa una lógica de clase: la educación superior de calidad accesible por precio solo para quienes puedan permitírsela, mientras la pública se ve obligada a gestionar la masificación con menos recursos.

La respuesta política: demasiado tarde, demasiado tímida

Ante esta situación, el Gobierno central ha anunciado medidas para limitar la proliferación de universidades privadas. El Real Decreto 640/2021 será reformado para exigir estándares más rigurosos: las nuevas universidades deberán garantizar al menos 4.500 alumnos en sus primeros cinco años, disponer de un 10% de plazas de alojamiento, y sus informes de calidad de ANECA serán vinculantes. Además, su creación requerirá aprobación de las Cortes Generales.

Sin embargo, estas medidas pueden llegar tarde. Hay siete nuevas universidades privadas pendientes de autorización (cuatro en Madrid, dos en Extremadura y una en Galicia) y otros tres proyectos en estudio. De materializarse, las privadas igualarían o superarían en número a las públicas. Y lo más importante: estas reformas no abordan el problema de fondo, que es la infrafinanciación estructural del sistema público.

La Ley Orgánica del Sistema Universitario (LOSU) reconoce esta insuficiencia al establecer el objetivo de alcanzar un mínimo de financiación pública del 1% del PIB. Actualmente estamos lejos de esa meta, y sin un compromiso real de las comunidades autónomas —que gestionan más del 80% de la financiación universitaria— el objetivo quedará en papel mojado.

El futuro que nos espera

La evolución de los últimos 25 años del sistema universitario español nos sitúa ante una encrucijada. Podemos seguir por la senda actual: un sistema público progresivamente debilitado, que retiene a la mayoría de estudiantes pero con recursos cada vez más escasos, mientras un sector privado pujante y bien financiado atiende a una minoría con alto poder adquisitivo. O podemos replantear el modelo desde sus cimientos.

Las cifras son tozudas: España es uno de los cinco países de la Unión Europea con menor participación de universidades públicas en alumnado de máster, una anomalía en el contexto europeo donde la participación pública es 20 puntos superior. La OCDE sitúa el coste de una plaza universitaria en 9.000 euros anuales, pero en España destinamos cerca de 13.700 euros por estudiante público, cifra que evidencia el esfuerzo, pero también las ineficiencias y la necesidad de más recursos.

El debate no debería ser público contra privado, sino cómo garantizamos un sistema universitario de calidad, accesible y plural para todos. La universidad privada puede aportar diversidad, innovación y especialización, pero no puede convertirse en el refugio exclusivo de las élites económicas mientras la pública se masifica y se degrada. Necesitamos una universidad pública fuerte, bien financiada, capaz de competir en igualdad de condiciones. Y necesitamos regular la privada para que responda a criterios de calidad, no solo de rentabilidad.

Los 1,4 millones de estudiantes universitarios españoles se merecen algo mejor que un sistema bifurcado donde tu código postal y la cuenta bancaria de tu familia determinen tus oportunidades educativas. La universidad debería ser el gran igualador social, no el mecanismo que perpetúa las desigualdades. Los últimos 25 años nos han enseñado que el mercado, librado a su suerte, no soluciona los problemas educativos. Es hora de que la política tome las riendas antes de que sea demasiado tarde.


Publicado el 21/10/2025 / 16 minutos de lectura / Análisis